Estos, amada, son sitios vulgares br en que en el ruido mundanal se asusta br el alma fidelísima, que gusta br de evocar tus encantos familiares. br br Añoro dulcemente los lugares br en donde imperas cual señora justa, br tu voz real y tu mirada augusta br que ungieron con su gracia mis pesares. br br Y recuerdo que en época lejana, br por tus raras virtudes milagrosas br y tu amable modestia provinciana, br br ebrio de amor te comparó el poeta br con la mejor de las piedras preciosas br oculta en pobres hojas de violeta. br br ^^^ br br Tuviste, en la delicia de mi sueño, br fuerza de mano que se da al caído br y la piedad de un pájaro agoreño br que en la rama caduca pone el nido. br br De tu falda al seráfico pergeño br cual párvulo medroso estoy asido, br que en la infantil iglesia de mi ensueño br las imágenes rotas han caído. br br Yo sé que en mis catástrofes internas br no más quedas tú en pie, señora alta, br de frente noble y de miradas tiernas. br br Condúceme en las noches inclementes br porque sin ti, para marchar, me falta br el óleo de las vírgenes prudentes.