Caza: El lado salvaje de los gatos

Caza: El lado salvaje de los gatos

Su agilidad y velocidad convierten al gato en un experto depredador y un cazador sin parangón. La Madre Naturaleza le ha dotado de un sinfín de capacidades y adaptaciones especiales que ni siquiera la semi-domesticación a la que le ha sometido la oportuna convivencia con el Hombre, han podido mitigar todavía hoy. Por eso mismo y aún cuando la vida a nuestro lado les ha vuelto algo más perezosos e indolentes, los gatos domésticos no han perdido ni un ápice de su capacidad predatoria instintiva. La mayor parte de las veces, nuestro gato doméstico no cazará para satisfacer su hambre, pues en su cuenco siempre habrá comida fresca y apetitosa; lo hace sí, para satisfacer el más atávico y primario de sus instintos, porque él, como todos los demás felinos, es en esencia eso: un cazador perfecto. Y, satisfaciendo su inclinación primera, la de cazar, puede además mostrarnos su afecto y dependencia, trayéndonos luego el botín a modo de regalo, como haría una madre que llevara a sus crías su botín. br Gracias a la especial adaptación de los felinos para ejercer la caza de forma depurada y sofisticada, el gato doméstico todavía hoy es capaz de aprovecharse de las peculiaridades propias de su especie para continuar ejerciendo, con el mismo preciosismo y las mismas técnicas de sus parientes salvajes, la técnica de caza como si nada hubiera cambiado en los siglos que han transcurrido desde que sus antepasados decidieron sumarse a nuestra forma de vida en provecho propio. Así, continúa aprovechando las horas del amanecer, el atardecer o la noche cerrada, para cazar, dependiendo de cuáles sean las presas elegidas, y conocedor de los hábitos de éstas. Con su fino sentido del olfato, detecta y estudia previamente la ruta habitual de su futuro trofeo, cuando de un ratoncillo se trata, sabedor de sus itinerarios y de dónde está su madriguera; luego, aguzando el oído y afinando la vista, espera en silencio, siempre atento, siempre alerta, hasta que aparece el incauto, sobre el que salta sin darle tiempo a reaccionar. En el caso del pájaro, la situación se complica por lo que la técnica de acoso ha de ser más rápida, más presta, pues es fácil que el ave levante el vuelo si detecta el menor movimiento; se trata pues de agazaparse, ocultarse entre el follaje o la hierba, arrastrarse luego sibilinamente, reptando en el más absoluto silencio, hasta estar a poco menos de dos metros de distancia de la presa, para lanzarse entonces en una veloz e inesperada carrera, saltar y capturar al animalillo justamente cuando éste ya levanta el vuelo.


User: RAUL ESPERT

Views: 5

Uploaded: 2015-06-28

Duration: 09:23

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