★ Suscríbete a ASÍ ES LA VIDA: br Hola, me llamo Bruce. Ahora mismo tengo 21 años y soy feliz, pero hace no mucho me encontraba sin dinero, solo y sin un hogar. Y todo fue por culpa de mi mamá…br br Desde que tengo memoria, mi mamá nunca se preocupó por mí. Siempre tuvimos algo para comer en casa, pero es que… nunca me hablaba ni me preguntaba nada, a menos que necesitara algo de mí. También me regañaba si rompía algo o hablaba muy fuerte.br En una ocasión, debía venir a buscarme a la escuela en un día de pleno invierno, pero lo olvidó. Tuve que caminar solo hasta mi casa, no tenía dinero. Estaba mojado y con frío, y pasé varias semanas enfermo. Mamá me compró los medicamentos que necesitaba, pero me obligó a ir a clases porque tenerme en casa hubiera sido demasiado problema para ella.br br De niño me resultaba confuso y doloroso. A medida que crecí, me acostumbré a ese trato.br Cuando me convertí en un adolescente, pasaba el menor tiempo posible en casa: siempre salía con mis amigos, incluso durante noches enteras, porque, bueno, a nadie le importaba si yo regresaba o no. Podía hacer lo que quisiera, siempre que no le diera problemas a mi mamá. Me iba mal en la escuela, pero lo suficientemente bien como para que mis profesores no la llamaran.br br Tampoco es que saliera todo el tiempo porque quisiera hacerlo: muchas veces no regresaba porque sentía que no tenía un hogar. Siempre había algún hombre en la vida de mi mamá, solían durarle un par de años y desaparecer, así que yo me sentía como un inquilino en la casa de dos extraños. Bueno, mis “padrastros” eran literalmente extraños para mí, pero sentía lo mismo con mi mamá.br br Me conformaba con que ellos no me molestaran y me dejaran tranquilo. Pero eso cambió por completo cuando yo tenía 17 y ella comenzó a salir con un exmilitar. Vaya que era estricto. Tenía muchísimas reglas, como horas específicas a las que debía regresar a casa y todo tipo de tareas de las que debía encargarme. No dejaba de repetir constantemente que me convertiría en un hombre y que era un malcriado.br br Un día llegué bastante tarde, y él estaba esperándome, rojo de ira. No entendía por qué… ¡es decir, ni siquiera era su casa! En fin, comenzó a sermonearme y a decirme que debía seguir sus reglas porque él era el hombre de la casa. Gritaba tanto que despertó a mi mamá.