Señor, Dios mío, en ti yo me refugio, líbrame de mis perseguidores, sálvame. No sea que me atrape como un león, y me arrastre sin que nadie me salve. Señor Dios mío, si he actuado mal, si ha manchado mis manos la maldad, si he devuelto mal por bien, o despojado sin razón a mi contrario, que mi enemigo me persiga y me alcance, que aplaste mi persona contra el suelo y esparza por el polvo mis entrañas.br br El Salmo 7 nos muestra la plegaria del salmista en busca de la justicia divina. Él clama a Dios para que lo defienda de sus enemigos, quienes lo persiguen sin causa y son más fuertes que él. El salmista se apoya en la su justicia y en la protección divina para no ser alcanzado por sus enemigos. br br Este Salmo nos enseña que debemos confiar en Dios en todo momento y en cualquier situación, y que Él es el justo juez que nos protege de aquellos que nos buscan hacer daño. El libro de los Salmos es una fuente de inspiración y consuelo en tiempos de crisis y adversidades, ya que nos muestra que aunque nuestro camino parezca difícil, siempre podemos contar con la ayuda divina. br br La oración y la fe son fundamentales para el cristiano, y en el Salmo 7 vemos cómo el salmista clama a Dios con una fe inquebrantable, sabiendo que su escudo protector siempre estará con él. En tiempos de tribulación, el Salmo 7 nos recuerda que no estamos solos, y que siempre podemos recurrir a la protección divina para salir adelante. br br En conclusión, la lectura del Salmo 7 nos muestra la confianza absoluta que debemos tener en Dios, nuestro protector y guía en todo momento. La oración y la fe son nuestras armas más poderosas contra los enemigos que buscan hacernos daño, y debemos recurrir a ellas en todo momento. Sigamos el ejemplo del salmista, pidiendo a Dios que nos proteja y que nos guíe en los momentos más difíciles, sabiendo que con él a nuestro lado siempre saldremos victoriosos.