En un valle privilegiado al oeste de Madrid, cubierto por encinas, enebros y sabinas, el paisaje ha recuperado una silueta ancestral. El mediodía se tiñe de trinos de pájaros y brisa suave, pero el silencio natural comienza a alterarse. Un rumor lejano se convierte en estruendo: al fondo del horizonte, emergen los cuernos imponentes de una manada de bisontes europeos.br br El suelo vibra bajo sus pezuñas. Son ocho en total: seis hembras y dos machos, que tras una galopada se detienen frente a un tapiz de hierba. Allí, comen en calma, en una escena que parece sacada de la prehistoria.