Ni fieros ni numerosos. La llamada milicia chavista está lejos de parecerse a Hizbulá, a los hutíes o a cualquier otro grupo armado con el que el régimen venezolano pretende compararla. Tampoco suman ocho millones de integrantes, como asegura Nicolás Maduro, ni cuatro millones antes del despliegue naval de Estados Unidos en el Caribe. Mucho menos se corresponden con la imagen de “venezolanos admirados en el mundo por su espíritu patriótico” que difunde la propaganda oficial.br br La milicia chavista, que volvió a la palestra tras un comentario irónico de Donald Trump en su red Truth Social —donde calificó sus entrenamientos como “¡una amenaza muy grave!”—, está formada en realidad por unos pocos miles de civiles, mal uniformados y con escaso armamento. La mayoría procede de consejos comunales o de sectores afines al poder bolivariano en barrios populares.br br Más allá de sus supuestas funciones de defensa nacional, estos grupos han sido utilizados como herramienta de control social, al estilo de los Comités de Defensa de la Revolución en Cuba. También han servido para engordar las concentraciones del chavismo junto a organizaciones evangélicas cercanas al Gobierno.